Este pobre mundo que da vueltas sin cesar, mira con rencor, con odio real,
en la más mala de las intenciones, sin un rato de reposo, mi alma, y tu alma.
Arrancar de cuajo nuestro cuerpo, aniquilarlo, extinguirlo, es su único deseo.
¡Amigo! Acuéstate en el verde y fresco prado, y sorbe, con alegría contenida,
con devoto apasionamiento, con placentera desesperación, ese vino dorado.
Y puedo asegurarte: en breve, otra hierba brotará de mi arcilla y de tu arcilla
para que no te creas sin mas originario de algún olimpo de dioses poderosos.
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(*) Versión sacrílega de una rubayata de Omar Khayyam
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