martes, 29 de mayo de 2007

Robert Mezey: Coplas

Robert Mezey


Nunca te detuviste a pensar por qué olía tan bien


y nunca lo sabrás.


Robert Mezey

jueves, 24 de mayo de 2007

Iswe Letu: No es lo que parece

El ha de morir y ya se acaba el día

No se trata del kapo, ni la traba, ni el tonel... ni, tan siquiera, del bozal puesto en la boca como a un perro, no...



Ni de esclavos, atados, a lo largo de los eslabones del ancla, en racimo, como las uvas, y luego sumergidos hasta ahogarse en la mar, no...


Es que la savia, imaginada en el deslizamiento de su lengua, por los labios resecos, no sube hasta sus ramas quietas...


La única, la que es alegría pascual para los otros, la perciben, sobre todo, adivinándola, por medio de sus párpados voraces...


Para la esperanza del hambriento, el plato es palabra tan fuerte como alcohol de mijo; se desliza, garganta abajo, como víbora, silbando de contento.


Pero no, no es eso, tan solo barcas rotas y ratas deslizándose cubren mis despojos, adictos ya al arrojo desesperado de la hambre viva


He de morir y ya llegó mi día

lunes, 21 de mayo de 2007

Ha muerto con cerca de 80 años Eva Forest

No hubo para ella lucha que fuera ajena o lejana. Fue encarcelada junto a su hija Eva, recién nacida, por su solidaridad activa con los mineros huelguistas de Asturias. Crea en Madrid en 1967 un Comité de Apoyo a Vietnam.

En 1968, durante el primer estado de excepción franquista, desarrolla una intensa labor informativa contra la represión, editando regularmente el boletín de noticias "Información" y otro que llegó a ser célebre, "Estado de Excepción". Y dos años después, al calor de la ola de solidaridad con las luchas del pueblo vasco y coincidiendo con el Proceso de Burgos, crea en Madrid el Comité de Solidaridad con Euskadi.

La bestia fascista no podía tolerar tanta valentía, y aprovechando la provocación de la bomba en la cafetería de la calle Correo en la Puerta del Sol (atribuida por la policía franquista a "un comando ETA con apoyo comunista" ) es encarcelada durante tres años, recibiendo del partido en el que había militado únicamente rechazo y desprecio. El juicio nunca llegó a celebrarse, y sólo salió de la cárcel un día antes de las elecciones del 15 de Junio de 1977. Fue de aquellos presos políticos que la monarquía franquista mantenía como rehenes, pero cuya permanencia en la cárcel hubiera arruinado la imagen reformista ante los observadores extranjeros.

Ya en libertad empieza una minuciosa labor de investigación de testimonios y denuncia de la tortura omnipresente bajo el régimen juancarlista. Crea un grupo internacional de investigación, y edita numerosos trabajos cortos en revistas sobre denuncias, hechos verificados y técnicas de tortura empleadas por la policía y la guardia civil en sus centros de detención, sacando a la luz un siniestro panorama que nadie pudo negar, a pesar de que ni por conductos parlamentarios ni por otros canales oficiales se denunciaran.

A partir de 1977 ella y su marido, Alfonso Sastre, se ven obligados a dejar su querido Madrid y trasladarse a Hondarribia, una especie de exilio interior, precio pagado por su entereza política y su coherencia, ante una situación política que se iba enrareciendo progresivamente a base de consenso y retrocesos. Durante todos los años siguientes se dedica a labores culturales y de solidaridad internacionalista, a la colaboración con organizaciones de derechos humanos, y especialmente al trabajo en la Editorial Hiru, creada en 1990.


viernes, 18 de mayo de 2007

Boñini y un anónimo


Que los hombres negros y los hombres rojos vivan en paz en la tierra y en el otro mundo, con un vientre satisfecho.


(Sobre 'los dioses')


Me traerás asilo
consciente de los tormentos de la noche.

Joseph Miézan Boñini

jueves, 17 de mayo de 2007

Iswe Letu: EL ALBA



¡Oh, fúnebre cortejo!

El alba es nostalgia
prendida para siempre
como en el ojal la gaya.


Hermanece de la oscuridad
como la luz de la derrota.

¡Oh, fúnebre cortejo!
¡Oh, plañidera alondra!

martes, 15 de mayo de 2007

Henri Krea: La miseria como la progenitura

La miseria como la progenitura se multiplica
paciente bajo el sol y la bruma

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Al lado de mi corazón una montaña
de cascajos se suelda gracias al polen
que el pájaro lira insufla
defendiendo mi persona

_____

El cántico abominable lo entonan los cangrejos de agua dulce para helar de terror el valle donde las ciudades se superponen con milenios de intervalo

_____

Te amo planeta lluvioso en ocasiones y en ocasiones caluroso.Y permanezco vertical como el árbol y ancho como el río en crecida.
Para siempre.
Apasionadamente.

Henri Krea

domingo, 13 de mayo de 2007

Literatura Contra el Racismo: Libro de los Muertos

A la llama de la Inteligencia
nunca le soplé
encima.


El entusiasmo, dios
ardiente de los pechos,
nunca lo enfrié.


Y la belleza
que es la verdad de las formas,
nunca la ofendí.


Yo soy puro, yo soy puro.



(De 'El Libro de los Muertos')

viernes, 11 de mayo de 2007

Poesía anónima africana: Gallina, tu eres...



'Gallina, tu eres un guerrero.


Gallina, tu eres un guerrero.


Gallina, eres el vengador


que acaba con la arrogancia


de la cucaracha.'


Poesía Anónima Africana

jueves, 10 de mayo de 2007

Norman Mailer: Noches de la antigüedad


"... dulce es tu culo, pequeño Neni, y con esas palabras explotó con tal fuerza que algo se abrió en el santuario de mi ser y desapareció el último resabio de mi orgullo..."


Norman Mailer (Noches de la Antigüedad; capítulo 4: 'Libro del Auriga')

domingo, 6 de mayo de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Regreso a Sefarad

Regreso a Sefarad

Se despierta intranquilo. El autobús enfila, subiendo un puerto, una zona de curvas. La brumazón se cierne sobre el paisaje. El conductor mete las marchas convenientes a la pendiente pronunciada y el vehículo resfriado carraspea.

Desde la ventanilla del autobús que le conducía a Hervás (Cáceres) contemplaba el paisaje dejándose penetrar por las imágenes que iba viendo como un convaleciente -como lo que era- con indolencia, con desgana, desvalido ante lo que pudiera acontecerle.

Había planificado con su prima Sara el éxodo a USA -huida al "monstruo" y ya sin "la honda de David"- consultando la guía "Caminos de Sefarad" y un mapa de España; después de barajar algunos itinerarios se decidieron por Ávila, Salamanca y, de esta ciudad, a Hervás en autobús.

-- Te escribiré a este hostal: "Sinagoga"; debe ser precioso -- dijo su prima con la voz dulcísima mirándole con la faz "tierna" y "doliente" de las hembras judías, según él.

Al principio siguió el plan a rajatabla quedándose en Ávila dos días; luego, en Salamanca, lo cambió de repente: los tres días que pensaba permanecer en la ciudad se transformaron en tres horas; no porque estuviera a disgusto, que no lo estaba, sino porque sentía la necesidad de huir, de alejarse de donde fuera, de poner tierra por medio; influyó, que duda cabe, la angustia que sentía de quedarse solo en un lugar extraño; además, calculaba, y era la primera vez que lo hacía, por los gastos hechos, que a ese ritmo se quedaría pronto sin un céntimo de la herencia; tomó unos vinos, eso sí, por la Plaza Mayor -muy hermosa por cierto- y entró en una gran librería comprobando el libresco reflejo de la influencia judía en España años ha; pero viva, lo que se dice vivita y coleando, no la veía por parte alguna.

El sordo ronquido del vehículo que comenzaba un repecho le distrajo los pensamientos.

Restregó sus ojos contemplando los campos de labor: el sol destacaba los sembrados como remiendos de una colcha verde primorosamente cosidos; diferentes tonalidades verdosas, onduladas por el viento, resaltaban la singularidad de los diferentes cultivos: trigo, cebada, girasol, centeno, garbanzos, remolacha ...
No eran diferentes estos campos de otros muchos que pudo ver viajando por la Unión Soviética, como militante del Partido Comunista, en diferentes misiones.

El paisaje de Castilla, sin embargo, le había producido el mismo resultado beneficioso que si se hubiera tomado un bálsamo o un medicamento.

El rumor profundo y continuado del vehículo le adormeció.

En el duermevela sueña y piensa; y pensamientos y sueños se entrelazan.

Recuerda el sueño que mata a su padre.

Le entró una profunda tristeza al recordar a sus padres fallecidos y enterrados allá, en Tashkent; no pudo contener las lágrimas que resbalaron silenciosas hasta la comisura de sus labios entre el negro boscaje de su barba; ¡como pasa el tiempo! sus padres, ayer vivos y alegres, hoy muertos y tristes envueltos por la bruma helada, ateridos de frío; olvidados por el hijo que hasta hoy había oficiado de enterrador lanzando paladas de olvido cada día.

No le extraña nada ahora el sueño.

Ese "olvido oxidado que todo lo entierra", como lo definió el poeta, tenía que ser combatido con el recuerdo. Y lo combatiría ¡vaya si lo combatiría!

El primero en morir fue su padre. ¡Ah, su padre! ¡Qué buen amigo y camarada!

Cuando falleció, León Saldaviel Anqaua, estaba muy lejos de la ciudad de Tashkent. Se lo comunicaron como se hacen esas cosas con cierta delicadeza, "ven lo mas pronto posible; tu padre está grave"; supo enseguida que había muerto; alquiló un taxi para llegar al entierro y no quiso que levantaran la tapa del ataúd: se negó en rotundo; prefirió recordarlo en toda su riqueza humana ajena a los puros elementos minerales que, posiblemente -posiblemente no, seguro- son la base de lo que somos, mas él no quería constatar la grosera materialidad en la que había caído su padre, para eso estaban los manuales científicos; prefirió recordarlo cuando de niño caminaba a su lado cogido de la mano; o arrellanado en el sillón leyendo el Agade en la celebración anual de la Pascua.

¡La Pascua!: "aquellos judíos que se han apartado hace mucho de la fe de sus padres y han corrido en pos de lejanas alegrías y honores se sienten conmovidos hasta lo mas hondo de su corazón cuando por azar llegan a sus oídos los viejos y familiares sones de la Pascua", le había leído a Heine y eso le ocurría a él, a León Saldaviel Anqaua, mediante este azar de recuerdos que le asaltaban a causa de la injusta agresión propinada a su padre en sueños: se estremecía al recordar los sones pascuales; su padre, como él mismo, había perdido la fe de sus mayores; no así el fervor por esa festividad tradicional en memoria de la liberación del pueblo judío del yugo imperial faraónico; justificaba esa admiración con el mas puro lenguaje marxista: "hay que conservar, alentar y revitalizar las tradiciones progresistas de los pueblos del mundo"; y esta era una de ellas y de su propio pueblo; además, repetía, como si de un artículo de fe se tratara aquella afirmación de los historiadores -muy acertada por otra parte- "pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla"; añadiendo muy serio:

-- "Con esta fiesta primaveral el pueblo judío se hermana con las masas oprimidas y en estos momentos de riñas sangrientas en varios lugares de la tierra hasta la confraternización de ademanes es una barricada a tanta barbarie, a tanta sangre inútil"

Además de su conciencia de clase, de su ideología marxista-leninista -luego desmoronada al primer toque de las trompetas de la historia como en Jericó- su padre era consciente, sentado a la mesa, en torno a parientes y amigos -- entre los que recordaba a su tío Samuel que ha continuado con la tienda que su padre le dejó en herencia, y su prima Sara con la que tantos ratos agradables pasara jugando de niños --"de la profunda miseria, del amargo ultraje y los graves peligros en que viven" los judíos diseminados por todo el orbe.

Se le ha quedado prendida en la memoria, como gaya en ojal, la fecha de la fiesta: la víspera del decimocuarto día del mes de Nissen; durante muchos años solo representó, para León Saldaviel Anqaua, el brillo de la loza en la sala iluminada: bandejas, platillos, copas, vasos; la colocación de los alimentos: los tres panes ácimos y las seis fuentes con el huevo, la lechuga, la raíz de rábano, el hueso de cordero y las pasas, la canela y los frutos secos; sin embargo, entre todo, destacaría siempre el libro, ese libro maravilloso llamado Agade, de donde brotaban, como agua de un manantial mágico, en la voz de su padre --y volvió a llorar-- esas historias y leyendas de tiempos pasados, esas anécdotas, esos himnos...; se le hizo un nudo en la garganta y tragó saliva; y la comida fraternal, comunal; y el vino, ¡qué vino!, los cuatro vasos de vino ¡deliciosos! que ahuyentaban la tristeza y desataban las lenguas.

Después del segundo vaso de vino su padre decía aquellas palabras del Agade:

-"¡Mira! ¡Esta es la comida que nuestros padres comieron en Egipto! ¡Aquel que esté hambriento que venga y coma! ¡Aquel que esté triste, que venga y comparta nuestra alegría pascual! ¡Este año celebraremos la fiesta aquí, pero el año que viene lo haremos en la tierra de Israel! ¡Este la celebramos aún como siervos, pero el año que viene lo haremos como hijos de la libertad!"

No hay nada nuevo bajo el sol, se dice abriendo los ojos, mientras el autobús se tragaba los kilómetros rumbo a Hervás.

Al menos él no apreciaba novedad; o no estaba en disposición de verla; ni de arrancar, por tanto, al fragmento de terruño que atravesaba, tesoro alguno.

León Saldaviel Anqaua enhebra su pensamiento.

Se había sentido feliz desde que entró en Sefarad aunque el dichoso sueño le estaba amargando el viaje sin que pudiera hacer nada por evitarlo.

Felicidad que nadie podía atribuir al hecho, indiscutible, de haber atravesado, por primera vez, una planicie de Sefarad: no se correspondía con la realidad; si pareció flotar, levitar, en una nube venturosa de contento, no era a causa del retorno a la vieja heredad sefardí acorralada; o a causa de alguna influencia, estremecimiento, impacto producido por esa inmersión en la historia solariega, no; León no era, precisamente, un Yehuda Haleví con un norte definido adonde dirigirse, con una Tierra Prometida que alcanzar, no; la interpretación era mas elemental, mucho mas sencilla: la zambullida repentina en esa alberca solar de la primavera; ¿que ora se había establecido en Sefarad?: bien, de acuerdo; pero podía haberse instalado en cualquier otra; el hecho, cierto, era que su cuerpo, aterido por la niebla y el frío y algunas otras heladuras, lo había agradecido: elemental química astral: así de claro.

Quería hacer hincapié en esto: el panorama castellano no le produjo una impresión singular como esas que se quedan grabadas para siempre en la retina, no; no era ni mas ni menos hermoso que otros; y desde luego menos lujuriante que muchos; su bienestar debióse al contraste con la atmósfera gélida y neblinosa que acababa de abandonar; de modo que, el sol y una temperatura agradable, acariciaron su cuerpo concitándose para que olvidara el acerbo recuerdo del Averno de fría y nebulosa envergadura del que había escapado milagrosamente.