viernes, 18 de noviembre de 2011

Iswe Letu: Desplazado de su trono casero


Cuando llegó del paseo matinal los albañiles estaban allí y la casa patas arriba. No había sitio donde sentarse. El único asiento, su preferido, el sillón de mimbre, ocupado por un ser que no era él; quién, ajeno a todo barullo, o eso parecía, dormitaba, como un señor, calentado y acunado por los rayos del sol que entraban a raudales por los grandes ventanales del salón. 

¿Qué hacer? 

Si lo lanzaba de ese trono casero, donde dormitaba, cometería un acto violento. Y eso era… políticamente incorrecto. 

Se sonrió porque era una bobada. Una elucubración o pensamiento realmente estúpido que, no obstante, tenía su importancia; no en este caso, claro, que era, la verdad, una majadería. Bueno, una majadería, majadería… tampoco. Simplemente… era mear fuera del tiesto. Porque, ¡por Dios!, tampoco era para tanto... 

Había sacado las cosas de quicio, pensó, riéndose, medio en broma medio en serio. Sin embargo, sacó las cosas de quicio empujado, que duda cabe, por la política y los políticos que, quisiera o no, lo llenaban todo, hasta situaciones nimias, cómicas, tan estúpidas, como en el caso que estamos narrando; en que una persona cansada no puede holgar porque otro ser impide ese merecido recreo como Dios manda, cuando se encuentra, de improviso, con toda su casa patas arriba porque que a unos albañiles se le ha ocurrido acercarse a arreglar el patio interior de su casa, teniendo, como han tenido, días y días para venir y no este, precisamente este, en que, cansado de su matinal paseo se encuentra con otro ser, vivo como él, exactamente como él que es dueño y señor de la casa, y se le pone a dormir en el único asiento libre de trastos, el preferido por el amo de casa… 


Se estaba cabreando por varios motivos: por su irresolución estúpida, por la situación estúpida, por el pensamiento estúpido acerca de la violencia y de lo políticamente correcto o incorrecto, cuando lo que quería era, simplemente, descansar, aposentar su trasero en el sillón ocupado por otro y… 


Y su hija y su hijo, adivinando su intención, dijeron:

-Papá, déjalo descansar, ¡pobrecito! Tienes el taburete…


¡Otros que tal! Se han vuelto tan, tan… tiernos que hasta… En fin… 


Dejó el salón y fue a echar un vistazo a los albañiles. Metían en ese momento la hormigonera en una habitación, la última antes de introducirla en el patio interior. Todo ello después de haber salvado varios obstáculos, aparentemente insalvables. Pero su práctica, su buen hacer, su pericia y su cerebro lograron el milagro de atravesar lo impenetrable. Y ahora se encontraban con el último y definitivo impedimento para poder acceder a ese habitáculo interior. Midieron el ancho de la hormigonera y de la puerta.


-¡Ufff! Difícil lo tenemos -dijo uno de los albañiles.


-¿Y eso?


-Bueno, porque es un pelín mas ancha la hormigonera que la puerta.


-Alguna solución habrá, ¿no?


-Siempre la hay.


-Espera, vamos a darle la vuelta a la hormigonera -propuso el otro albañil.     


Y se pusieron manos a la obra. Músculos en tensión. Tantearon. Maniobraron. Movieron... Sudaban. Nada. No había nada que hacer.


-¡Joder! ¿Me vais a dejar el patio sin arreglar?


-¡No! Encontraremos la solución. No hay callejones sin salida.


-A lo mejor tenemos que romper el marco -advirtió uno de los albañiles.


-Bueno, haced lo que tengáis que hacer.


Su cuerpo pedía descanso. Las piernas le temblaban. Volvió al salón y se sentó en el taburete. Pero no se encontraba a gusto. Delante de él el otro ser ocupaba su trono de rey de la casa. Y él destronado. Desplazado del poder familiar. No podía ser eso. O uno u otro. No había término conciliador. Eso lo tenía claro. Se enfadasen su hijos o no. 


-Además, ¿por qué tengo que seguir con estas majaderías, con estos dilemas? Con lo sencillo que es…


En ese momento llegó hasta sus oídos un ruido como de algo que se astillaba.


-¡Ah, el marco se ha roto! Ha saltado hecho astillas. Seguro.


Escuchó. No tenía ganas de ir a ver el estropicio. Ya lo arreglarían.


Al poco los albañiles comenzaron a picar en la pared del patio interior. Luego se oyó el rodar de la hormigonera.


Y él, harto de taburete, se acercó al sillón y con toque casi cariñoso, como si le pidiera permiso, vamos, con modales educados, cordiales, afable, casi pidiéndole por favor  que se fuera de allí porque quería sentarse a descansar y era su sitio preferido.  Mas el dormilón abrió los ojos, refunfuñó y estirando sus miembros volvió a cerrar los ojos. Entonces, este hombre, cariñoso, amable, educado, este paseante mañanero, echo una furia, salido de sus casillas, dio un manotazo, echando del asiento al gato, quien con maullido de protesta y un suave arañazo de despedida saltó del sillón ocupándolo inmediatamente él, el rey de la casa, el señor de esa morada,  el amo. 

¡Qué bien se estaba, allí, bien mullido, calentito y acariciado por el sol que penetraba, bienhechor, por los grandes ventanales! ¡Viva la Violencia! ¡Viva esta Violencia! Con incorrección y todo.

martes, 10 de mayo de 2011

Julio Fausto Aguilera: Pequeño himno al trabajo (*)

Cantemos al trabajo
y seamos alegres, erguidos y alegres, sus esclavos,
pues él nos hace, nos hace libres.

Cantemos al trabajo
y sean para él todas nuestras potencias,
pues él nos hace grandes.

Por él somos, tenemos,
caminamos,
por él venimos creciendo,
remontándonos, velludo pulidor
de Cro-Magnón, hasta el gigante
Yuri empinado hasta el espacio.

Mas allá del bocado de hoy, mas allá
del vestido comprado con un mes de salario,
mas allá de la efímera fiesta del domingo,
mirad:
toda la savia que asciende,
que florece y fructifica,
todo el verde y el rojo
y el celeste,
toda la luz, todo lo que gira,
todo lo que sonríe, lo que canta,
trabajo son,
paciente y  continuada labor
de manos diáfanas...

Trabajo, Padre nuestro,
¡gloria a Tí!
Yo te alabo,
yo te bendigo, ahora y en la hora
de nuestra vida, de la que vendrá...

Y ese día te espero justo,
justamente repartido,
con el pan y la luz, entre los hombres.

___________
(*) (De la antología 'POESÍA REVOLUCIONARIA GUATEMALTECA. de Mª Luisa Rodríguez. Edita: Zero, S.A. Madrid, octubre 1969)

lunes, 2 de mayo de 2011

Francisco Acevedo (*): Retrato de mi barrio (1)

En mi barrio, hay niños y niñas.
Los niños de mi barrio,
juegan con el barro.
Las niñas de mi barrio.
juegan con muñecas de trapo.
En mi barrio no hay escuela.
En mi barrio, Juan, Blas, Pedro
y otros
se emborrachan para disimular
su dolor.
Por mi barrio pasa un río.
Las mujeres de mi barrio,
hilan un rosario de esperanzas
con la espuma del jabón...
__________
(*) Poeta guatemalteco nacido el 4 de octubre de 1933 en Cobán (Alta Verapaz), estudió primaria en Panajachel, pueblecito de Sololá. Fue dirigente de la Escuela Normal, jefe de redacción del periódico Acción y Vocero Normalista. Ya en 1949 obtuvo el primer puesto en un certamen literaio de Quetzaltemango. Y ese mismo año publicó poemas en El Imparcial y en Diario de Centroamérica.
(19 De 'Retratos poéticos'


(Del libro 'POESÍA REVOLUCIONARIA GUATEMALTECA. de Mª Luisa Rodríguez. Edita: Zero, S.A. Madrid, octubre 1969)