miércoles, 3 de enero de 2007

CAMINAR DESCONOCIENDO

Caminar desconociendo
(contemplando esculturas de A. Giacometti y leyendo a A. Colinas)

por Fernando Romera (*)

Ante una escultura de Alberto Giacometti no se siente la nada, la extinción, sino el camino, el recorrido hacia ella. Ante sus esculturas, Sartre o Genet vieron materializadas las condiciones del hombre moderno, o, mejor aún, su condición existencial, en el margen entre el ser y la nada. Frente a un espacio que se extiende infinito, la figura que se adelgaza, de pronto se aparece con una desnudez sorprendente, como si lo creado fuera el espacio y no la escultura, la forma.
Así asaltado por la perspectiva, he recordado un sinfín de lecturas y de alusiones al respecto. Pero he reparado, ante todo, en dos últimas relecturas, en dos libros de Antonio Colinas "Noche más allá de la noche" y "Tratado de Armonía". Supongo que no existen casualidades de este tipo, que el haber releído estos libros últimamente me ha hecho contemplar las esculturas de forma diferente. Sin embargo he reparado ahora en un término que les es común a ambos y a muchos. Porque aquí cabría ahora hablar de las obras que Colinas refiere en su texto; a saber, Arabí, Aben Abad de Ronda, San Juan de la Cruz ... Es la nada y el camino o proceso que recorrer hasta ella y las distintas concepciones que de ella se toman las que han llamado mi atención.
El adelgazamiento que en las obras de Giacometti produce una angustia (estrechez) ante el entorno, ante la perspectiva, ante el horizonte, se convierte en la literatura mística en una unión o deseo de identificación que "permite el milagro / de la respiración en nuestros pechos". Ese adelgazamiento sumo de las figuras es, en definitiva, un aferrarse al mundo, a la existencia, al fin, como el perro en bronce que parece arrastrar un peso, por evidencia física, inexistente. Ese camino de destrucción se aferra en el andar, en el movimiento o en el estatismo, dos formas de equilibrio en el límite de la existencia.
La cara de la nada está al otro lado. Giacometti representa la situación al límite, el hombre al punto de saltar al precipicio de un cuadro romántico que jamás acabará de hacerlo ante nuestros ojos.
Esa misma situación es la que inspira a Arabí o a San Juan. El camino del no ser (también el del no-saber) entendido como ascensión ha sido la base de toda una simbología que ha trascendido a la literatura mística. El dejarse, el abandonarse, se troca en camino, en movimiento, en ascensión, de igual forma que el bosque de figuras estáticas se muestra como movimiento hacia la desintegración.
En ambos casos existe una tensión de límite, de situarse entre uno y otro estado en el que aparece una idea de marcha y de regreso, de lugar en el que se está continuamente yendo y viniendo: "regresé a este mundo / besado por la noche". En el poema XVI de la "Noche más allá de la noche" el camino de ida se culmina con la pérdida del conocimiento, de la noción (gnoscere) del mundo, en el que solo queda la consciencia de respirar "respiraba muy lento y el alma / iba venciendo al cuerpo", de recoger el mundo y armonizarse con él mediante la respiración. "Anulación del tiempo, negación de la Historia / y del ser que sentía como fuente de música". Esta anulación del ser no se produce por oposición al universo, a una perspectiva que también caería derrotada con él, sino por una reunificación del hombre y el mundo.
No hay una radical diferencia con la pretensión de Giacometti. Más allá de esta tensión forma / espacio, se encuentra un surrealismo que nunca se terminó de perder en su obra, en definitiva, un deseo aún romántico de introspección, de conocimiento de un yo separado ya definitivamente de la naturaleza, del mundo. Lo que palpita en sus esculturas es la descomposición, el camino hacia la nada, la nada de los existencialistas. También así en la poesía mística la palabra viene a adelgazarse, a desnudarse en una sencillez tan pura que hace dudar de sus interpretaciones (¿ no es el Cántico Espiritual un poema de lenguaje purísimo, un poema de amor desnudo?), viene a caminar hacia la nada.
Pero la nada es ahora la Noche más allá de la Noche, la impresión de que se ha ido más lejos que el vértice mismo de la nada, de la extenuación. La nada como conocimiento.
" ... allá en la umbría del Valle del Silencio. / Recuerdas el camino, la misteriosa vía / ahora que el vacío está desorbitando / tus ojos, y tu vida, y tus sueños mejores. / Estás en el vacío que atraviesa el dolor. / Estás en el dolor que alimenta el vacío". Caminar conociendo o caminar desconociendo. Dos contrarios que acaban por ser un mismo referente. Igual hubiese ocurrido de no escribir estas líneas.

(*)Fernando Romera, que ha colaborado con “Caminar conociendo”, es profesor y poeta abulense

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