miércoles, 14 de marzo de 2007

Carmina Casala, homenajeó a Vicente Aleixandre


Carmina Casala:

Accesit del Premio Rafael Morales de 1982, Premio Ibn Jafaya de 1985, accesit del Premio Adonais del año 1987 con la obra 'Lava de labios y otros'. Las obras de doña Carmina Casala Díaz-Alejo han sido traducidas a varios idiomas incluidos el oria y el polaco. Nacio en Atienza (Gaudalajara) Tiene la palabra Carmina Casala.


¡Hola!, buenas tardes. Yo pertenezco a una generación que llegó a la obra de Vicente Aleixandre primero a través de los ojos y de la curiosidad; y después a través del corazón. Desde el corazón y con agradecimiento que se debe a esas personas que te abren mundos (y él los abrió), me voy a sumar a este homenaje leyendo dos poemas suyos: el primero de su libro 'Nacimiento último' y titulado 'El moribundo':



EL MORIBUNDO
I
PALABRAS
Él decía palabras.
Quiero decir palabras, todavía palabras.
Esperanza. El Amor. La Tristeza. Los Ojos.
Y decía palabras,
mientras su mano ligeramente débil sobre el lienzo aún vivía.
Palabras que fueron alegres, que fueron tristes, que fueron soberanas.
Decía moviendo los labios, quería decir el signo aquel;
el olvidado, ese que saben decir mejor dos labios,
no, dos bocas que fundidas en soledad pronuncian.
Decía apenas un signo leve como un suspiro, decía un aliento,
una burbuja; decía un gemido y enmudecían los labios,
mientras las letras teñidas de un carmín en su boca
destellaban muy débiles, hasta que al fin cesaban.

Entonces alguien, no sé, alguien no humano,
alguien puso unos labios en los suyos.
Y alzó una boca donde sólo quedó el calor prestado,
las letras tristes de un beso nunca dicho.
II
EL SILENCIO

Miró, miró por último y quiso hablar.
Unas borrosas letras sobre sus labios aparecieron.
Amor. Sí, amé. He amado. Amé, amé mucho.
Alzó su mano débil, su mano sagaz, y un pájaro
voló súbito en la alcoba. Amé mucho, el aliento aún decía.
Por la ventana negra de la noche las luces daban su claridad
sobre una boca, que no bebía ya de un sentido agotado.
Abrió los ojos. Llevó su mano al pecho y dijo:
Oídme.
Nadie oyó nada. Una sonrisa oscura veladamente puso su dulce máscara
sobre el rostro, borrándolo.
Un soplo sonó. Oídme. Todos, todos pusieron su delicado oído.
Oídme. Y se oyó puro, cristalino, el silencio.
Vicente Aleixandre
('Nacimiento último')
EN LA PÁGINA 10 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' NÚMERO 4 DE MAYO DE 1995

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