martes, 6 de marzo de 2007

Felipe Colavidas: 'Catira'


Catira

por Felipe Colavidas

¿Recuerdo aquel tiempo como una pesadilla?: desde luego así era. El motivo: ¿una mujer? Pues sí, era una mujer; pero también era algo más abstracto, y a su vez más preciso que una mujer: la encarnación de la idea platónica de la belleza. Eso exactamente era.

Lo recuerdo ahora, en la calina del verano, con aquella alergia a la flor de la acacia que le achinaba los ojos. El pelo rubio/paja y una limpia sensación de salud, como un arroyo serpenteante que baja de la sierra para recorrer sereno el valle y formar pozas transparentes de fondos arenosos, ideales para nadar en el crepúsculo.

Cuando la veía, mi crudo sistema emocional adolescente se desbocaba, y ya no podía pensar. La presencia de su belleza, con todo el esplendor de lo impecable, era un azote en mi rostro, pero era también mi repentino entusiasmo. Sólo mas tarde, al desplegar el reaccionario principio de la realidad con que evaluaba las posibilidades de hacerla mía, toda aquella alegría se nublaba.

Había otro aspecto aún más interesante: era, a pesar de su inmanente belleza, una perdedora. Transmitía una especie de tristeza irreductible: es indudable que alguien estaba, a su vez, rechazándola.

Como todo el tiempo pasado desde entonces, si alguien me pidiera, a estas alturas del partido, que refiriese el más alto grado de belleza física viva que me ha sido dado conocer, no lo dudaría: es ella.


Felipe Colavidas


(relato ilustrado con un cuadro de Juana Saorín Díaz y el texto siguiente: "Juana Saorín Díaz (Madrid, 1942); Facultad de Bellas Artes, San Fernando, 1970; murales en G. Alimentación Alcorcón, 1972; exposición Centro La Lonja, 1986; labor docente. Copista en el Museo del Prado)


En la página VII de 'Fontana Sonora', suplemento de 'Caminar Conociendo' nº 4 de mayo de 1995

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