Homenaje a Vicente Aleixandre
Nada se podía sospechar de aquel marquesado,
pero en el castillo de la nava
tendida entre graníticos almendros de nieve
el hado dispuso el sonido de 'sombras'
cuando el poeta uncido de 'paraíso'
se vierte por las hojas cárdenas del estío.
El silencio como una acidez que se pudiera soñar
se desliza tímido por los roquedos
y más allá, el encuentro azul
de dos enjambres ardientes,
donde el frescor esconde sus raíces, estalla
el verso y acude, violeta de roemro.
La plza ancha, melena peinada por el aire,
sabe, y de qué manera,
de rítmos azúcares del viento.
El pinar, fluidez de agujas vírgenes,
condensa un verdor célibe. Serranos
contrastes se impregna de mítico rigor,
cuando cinco lustros atrás, aquí,
el géiser aleixandrino fulmina,
como el padre de los hijos de la ira,
sus espumas de fuego al cielo.
Andrés García Madrid
DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO'. Nº 4. PAG.27. MAYO DE 1995
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