“Vosotros conocisteis
La generosa luz de la inocencia”
Vicente Aleixandre
La generosa luz de la inocencia”
Vicente Aleixandre
A finales de la década de los sesenta un joven lee fascinado en una ciudad de provincias del interior de España la obra de tres poetas: ‘Sombra del Paraíso’ de Vicente Aleixandre; ‘Hijos de la ira’ de Dámaso Alonso y ‘Cántico’ de Jorge Guillén. Ni el nombre del lector ni el de la ciudad donde lee importan ahora. Lo que sí importa es el saber que el recuerdo de aquellos libros y de sus autores le acompañarían silenciosos, como una voz apenas audible o como una piedra preciosa olvidada en el fondo de un cofre, a lo largo de los años, y que cuando aquel joven recorría otros paisajes y otras ciudades, a veces, al pasar por el dédalo de calles desconocidas o detenerse deslumbrado por el fulgor de una luz que restallaba contra una tapia o la cresta de una ola, de pronto como venido de lo alto o del interior de si mismo, se le hacían presentes algunos versos de aquellos libros que creía olvidados. Comenzó a intuir entonces que en el seno de aquellos versos se escondía una verdad, un augurio, que le estaban predestinados, pero que era incapaz, de descifrar o de interpretar. Y de nuevo la vida le llevaría por derroteros oscuros que nada parecían tener que ver con aquellos libros ni con aquellos poetas. Y como una ciudad bajo las aguas así quedaron aquellos versos.
Pasaron los años y tras habitar ya no recuerda en cuantas ciudades ni en cuantas casas terminaría instalándose en una ciudad brumosa del Norte, frente a un puerto cuyos barcos despanzurrados y herrumbrosos contempla todas las mañanas a través de los cristales de su habitación, y recorre las calles de esa ciudad rodeado de lenguas que desconoce o que solo chapurrea. Y huyendo de las nieblas y del frío que lo circundan, lleva a cabo incursiones ocasionales hacia el Sur, un Sur de donde le llegan de forma inverosímil, como caídos del cielo –él nunca ha estado suscrito-, ejemplares de una revista (Litoral) que le traen a la memoria, una vez más, el título de unos libros y el nombre de unos poetas. Y sentado en la terraza de los cafés de Málaga, frente a ese otro mar, frente a esa otra luz, siente que su corazón se apacigua, y de pronto comprende que lo que sus ojos contemplan extasiados es el mismo paisaje que contemplaban los ojos infantiles de Aleixandre o los ya gastados de Guillén. Y, como una iluminación, se la hace visible la trama del tapiz, el hilo oculto que une su pasado con su futuro, y sabe que esos libros que durante tanto tiempo le han acompañado en secreto, y que ahora relee, escondían en sus versos una señal; una llamada, una voz, y la voz le dice que esos parajes del Sur, bajo esa luz intensa y frente a ese mar luminoso, hallará la paz que durante tanto tiempo ha buscado.
Y para que el círculo se complete y todo se cumpla, recibe, en esa casa del Norte asediada por las lluvias y la nostalgia, una carta desde Las Navas del Marqués en la que se le invita a participar en un homenaje a un autor y a un libro que le evocan aquellas primeras lecturas en su ciudad natal.
Y si en un pueblo de Castilla, Aleixandre descubrió de manos de Dámaso Alonso la amistad y la poesía, aquel joven del que he hablado en este escrito y que hace tiempo que dejó de serlo piensa que el mejor homenaje que puede hacer por su parte es reconocer públicamente que gracias a Aleixandre, a Guillén y a Dámaso consiguió descubrir no solo el fértil territorio de la poesía sino también las claves para entenderse a si mismo y saber que si su cabeza está en el Norte su corazón está en el Sur y que debe prepararse para un nuevo cambio en su vida -¿el definitivo?- y que otra ciudad -¿Málaga?- y otro mar -¿el Mediterráneo?- y otra luz -¿Más intensa, más cálida, más generosa?- le esperan para cumpla su destino, el destino misterioso que intuyó pero que no supo descifrar cuando era un adolescente que leía en una ciudad de provincias de la España interior al poeta que ahora y aquí se recuerda.
José Luís Cancho es escritor. Autor de las novelas: ‘Indicios’, ‘Grietas’, ‘El viajero junto al mar’. Dirigió la revista ‘Caballo canalla a la calle’ y otras.
Trintxerpe-Pasajes (Guipúzcoa)
21-Mayo-1994
Tomado de la revista ‘Caminar Conociendo’, número 4, página 35 de mayo de 1995
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